En Montana, investigan una nueva y poderosa vacuna contra la tuberculosis
Un equipo de investigadores de Montana está jugando un papel clave en el desarrollo de una vacuna más efectiva contra la tuberculosis, una enfermedad infecciosa que ha matado a más personas que ninguna otra.
La BCG (Bacille Calmette-Guérin), desarrollada en 1921, sigue siendo la única vacuna contra la tuberculosis (TB). Si bien tiene una eficacia del 40% al 80% en niños pequeños, su efectividad es muy baja en adolescentes y adultos, lo que impulsó un esfuerzo mundial para encontrar una vacuna que sea más potente.
El Centro de Medicina Translacional de la Universidad de Montana está llevando a cabo una iniciativa en este sentido. El Centro se especializa en mejorar y crear vacunas, agregando los que se denominan “adyuvantes novedosos”.
Un adyuvante es una sustancia que se incluye en la vacuna, por ejemplo moléculas grasas o sales de aluminio, y que potencia la respuesta inmunitaria. Los adyuvantes novedosos son los que aún no se han utilizado en humanos. Los científicos están comprobando que estos adyuvantes generan una inmunidad más fuerte, precisa y duradera que los antígenos, que solo crean anticuerpos.
Provocar respuestas específicas del sistema inmunológico, y profundizar y ampliar su efectividad con adyuvantes, es algo que se conoce como “vacunación de precisión”.
“No es una solución única para todos, no se trata de una vacuna única”, explicó Ofer Levy, profesor de Pediatría de la Universidad de Harvard y director del Programa de Vacunas de Precisión del Hospital Infantil de Boston. “Una vacuna puede funcionar de forma diferente en un recién nacido, un adulto mayor o en una persona de mediana edad”, agregó.
Una vacuna de precisión definitiva, según Levy, brindaría protección de por vida contra una enfermedad con un solo pinchazo. “Una protección de una sola dosis que fuera efectiva contra la gripe o contra el covid sería el Santo Grial”, enfatizó Levy.
Jay Evans dirige el Centro de la Universidad de Montana y, a la vez, es cofundador y director científico y de estrategias, de Inimmune, una empresa privada de biotecnología de Missoula. Evans contó que su equipo lleva 15 años trabajando en una vacuna contra la tuberculosis y que aún faltan cinco años para que ésta pueda distribuirse ampliamente. La asociación público-privada está desarrollando vacunas e intentando mejorar las existentes, afirmó.
En el Centro no ha pasado inadvertido que este trabajo de investigación y producción de vacunas de vanguardia se realiza en Montana, el estado que aprobó una de las leyes antivacunas más extremas del país en 2021, durante la pandemia.
La ley prohíbe a empresas y gobiernos dar un trato diferente a las personas que no estén vacunadas contra covid u otras enfermedades. De hecho, prohíbe a los empleadores públicos y privados que les exijan a los trabajadores que se vacunen contra covid o cualquier otra enfermedad. Un juez federal dictaminó después que la ley no puede aplicarse en entornos sanitarios, como hospitales y consultas médicas.
A mediados de marzo, el Instituto de Investigación Médica Bill y Melinda Gates anunció que había iniciado en siete países la tercera y última fase de los ensayos clínicos de la nueva vacuna contra la tuberculosis. Los ensayos tardarán unos cinco años en completarse. La investigación y la producción se están llevando a cabo en varios lugares, incluida una planta de fabricación en Hamilton, propiedad de GSK, un gigante farmacéutico.
Conocida como “la pandemia olvidada”, la tuberculosis, a pesar de que se puede prevenir y tratar, mata hasta a 1,6 millones de personas al año, la mayoría en zonas empobrecidas de Asia y África.
En Estados Unidos se ha producido un aumento de esta enfermendad en la última década. Muchos inmigrantes tienen TB sin saberlo; en 2022 el número de casos aumentó un 16%. La tuberculosis es la principal causa de muerte entre las personas que viven con VIH, cuyo riesgo de contraer esta enfermedad es 20 veces mayor que el de las personas sin el virus.
“La tuberculosis es un patógeno complejo que ha acompañado a los seres humanos durante siglos”, dijo Alemnew Dagnew, que dirige el programa para la nueva vacuna en el Instituto de Investigación Médica Gates. “Debido a esta situación, ha evolucionado y ha podido desarrollar mecanismos para evadir al sistema inmunológico. Y la inmunología de la TB aún no se comprende completamente”.
En conjunto, el Centro de Medicina Translacional de la Universidad de Montana e Inimmune tienen 80 empleados especializados en la investigación de una variedad de adyuvantes con el propósito de comprender los detalles de las respuestas inmunitarias a diferentes sustancias. “Hay que adaptarlos al patógeno contra el que se vacuna, como si fueran un instrumento en una caja de herramientas”, dijo Evans. “Tenemos toda una biblioteca de moléculas y formulaciones de adyuvantes”.
Las vacunas se vuelven en gran medida más precisas mediante el uso de adyuvantes. Hay tres tipos básicos de adyuvantes naturales: sales de aluminio; escualeno, que se obtiene del hígado de tiburón; y algunos tipos de saponinas, que son moléculas grasas. No se sabe muy bien cómo estimulan el sistema inmunitario. El Centro de Missoula también ha creado y patentado un adyuvante sintético, el UM-1098, que induce un tipo específico de respuesta inmunitaria y que se añadirá a las nuevas vacunas.
Una de las moléculas más prometedoras que se están utilizando para potenciar la respuesta del sistema inmunológico a las vacunas es una molécula de saponina de la corteza del árbol de quillay, recolectada en Chile de árboles que tienen por lo menos una década.
Estas moléculas fueron utilizadas por Novavax en su vacuna contra covid y por GSK en Shingrix, su vacuna contra la culebrilla (shingles), de uso generalizado. Estas moléculas también son un componente clave en la nueva vacuna contra la tuberculosis, conocida como la vacuna M72.
Pero hay margen para mejorar.
“La vacuna muestra una eficacia del 50%, lo que no parece mucho, pero como actualmente se carece de otra vacuna más efectiva, el 50% es bastante mejor que lo que hay”, sostuvo Evans. “Buscamos aprovechar lo que aprendimos de ese desarrollo de la vacuna con adyuvantes adicionales para tratar de mejorarla y llevar ese índice desde el 50% hasta el 80% o más”.
Las vacunas contra el sarampión, en cambio, han alcanzado una efectividad del 95%.
Según el sitio web Medscape, en este momento se están desarrollando alrededor de 15 vacunas que son candidatas a reemplazar la BCG, y tres de ellas se encuentran en la fase 3 de ensayos clínicos.
Una alternativa que el Centro de Evans está investigando para mejorar la eficacia de la nueva vacuna es tomar una parte de la bacteria que causa la tuberculosis, sintetizarla y combinarla con el adyuvante QS-21, elaborado a partir del árbol de quillay. “Estimula el sistema inmunológico de una manera específica para la tuberculosis y genera una respuesta inmune que se acerca aún más a lo que obtenemos de las infecciones naturales”, dijo Evans.
Por su parte, el Centro de la Universidad de Montana está investigando el tratamiento de varias afecciones que generalmente no se consideran susceptibles de ser abordadas mediante vacunación. Por ejemplo, están ingresando en la primera fase de ensayos clínicos para una vacuna contra las alergias y para otra, contra el cáncer.
Avanzado este año, comenzarán los ensayos clínicos para obtener vacunas capaces de bloquear los efectos de opioides como la heroína y el fentanilo. La Universidad de Montana recibió la mayor subvención de su historia, $33 millones, para investigar una vacuna contra los opioides. Funciona creando un anticuerpo que se une a la droga en el torrente sanguíneo, evitando que entre al cerebro y produzca el efecto de euforia.
Por ahora, sin embargo, los expertos en salud de todo el mundo tienen sus ojos puestos en los ensayos de las nuevas vacunas contra la tuberculosis, que, si tienen éxito, podrían ayudar a salvar innumerables vidas en las regiones más pobres del mundo.
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